una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 2: "invitados"

Ya eran las dos de la tarde, habíamos almorzado, tenía toda la tarde libre. Hasta la cena, que sería cuando llegarían los nuevos invitados de papá, sin más demora tomé mi preciado libro y me fui a la sala a leer.

“Ben me había mandado una carta, una carta que amé, en ella me hacía la mejor preposición que me pudo hacer en la vida, una carta en donde me invitaba a dejar este infierno para ir a nuestro propio cielo.

[Mi amada Bianca:

Sé cuanto has esperado por esto, por fin tengo todo listo, escapa conmigo hacia un nuevo mundo, tal vez no te puedo ofrecer un mundo de riquezas, pero te doy mi amor por siempre y para siempre, jamás te dejaré en la vida, déjame entrar en tu hermoso y delicado corazón, te amo y te amaré por siempre, escapemos juntos, nos iremos lejos de aquí, nadie nos seguirá, solos tu y yo hacia una nueva vida, si quieres aceptar mi humilde petición juntémonos a las 12 de la noche hoy mismo, trae todas tus cosas, un carruaje te esperará en nuestra laguna, tengo algo de dinero ahorrado, si quieres trabajaré día y noche solo para que seas feliz.

Se despide el dueño de tu corazón,

Ben.]

Yo le envié una carta respondiéndole con una criada de la casa, Rosa, ella siempre me apoyo en mi amor con Ben, siempre nos ayudó a juntarnos y ahora me ayudaría con mi fuga.

[Mi amado Ben:

No necesito joyas ni riquezas, lo único que necesito es tu amor por siempre y para siempre, te daré mi corazón si tú prometes darme el tuyo, iré sin dudarlo a nuestro encuentro.

Se despide con un beso la dueña de tu corazón,

Bianca.]

Esta noche mi vida cambiaría, me iría con el amor de mi vida hacia un nuevo mundo, mi nueva vida, dejaría por fin este infierno.”

-Bella prepárate para la cena que ya llegan los invitados- mi madre interrumpiéndome otra vez.

-ya voy- dije a desgana, fui a mi cuarto a cambiarme, busqué uno de mis vestidos, escogí uno color azul, con unos listones celestes, era mi favorito, le pedí a una criada de la casa que me peinara y maquillara, ya que mi madre me dijo que ellas lo harían mejor que yo, al final quedé lista, tendría que seducir a un estúpido que no conocía solo por la fortuna.

-Bells, está todo listo, ya llegaron- dijo Bree, una criada que era como una aliada para mí, yo la quería demasiado.

-muchas gracias Bree, por todo, ahora iré hacia mi infierno, mi padre discutiendo de negocios, tendré que taparme la boca con una mano para no opinar- me sonrió, yo le devolví la sonrisa y bajé, en la punta de la escalera me esperaban mis padres con dos extraños, un momento, no eran dos extraños, era el chico que vi en la librería, le di gracias a dios por poder ver de nuevo esos ojos, él me sonrió y yo le devolví la sonrisa.

-hija, él es el conde Cristóbal- dijo mi padre- y su hijo Edward- que hermoso nombre, además de ser un hermoso chico, adoraba esos ojos.

-mucho gusto- dije haciendo una leve reverencia y tomando mi vestido.

-igualmente- dijo Edward tomándome la mano y dándome un beso en ella, yo quedé loca con ese gesto, ¡que hombre!, solo le sonreí.

-vamos al comedor para la cena- dijo tímidamente mi madre, odiaba su personalidad, siempre cohibida y sirviendo a todos.

-claro- dijo el conde, pasamos al salón del comedor y nos sentamos, Edward se sentó justo al frente mío y no me dejaba de sonreír, aunque yo tampoco podía dejar de hacerlo.

-Conde, ¿cómo va todo por sus tierras?- dijo mi padre para tomar una conversación, este era el momento en que yo sellaba mis labios.

-muy bien, muchas cosechas, nuevas carnes, más trabajadores- dijo el conde asintiendo.

-será un beneficio para ambas partes esta unión- dijo mi padre como si nada, pero yo no tomaba mucho en cuenta la conversación, solo miraba esos hermosos ojos y me perdía en ellos.

-Bella- me dijo el conde, yo lo miré inmediatamente- ¿qué haces aquí para divertirte?

-bueno me encanta cabalgar, o tocar el piano, ahora estoy leyendo un libro, así paso las tardes, aunque a veces se presentan fiestas u obras- yo estaba siendo muy educada, mi padre no podría quejarse.

-¿qué lees?- me preguntó Edward, ¿él se interesaba por mí?

-una novela, se llama “complicado”- y le regale una sonrisa.

-típicas novelas románticas femeninas- dijo mi padre en tono de burla, yo lo miré con mala cara, pero él me miró aún peor, así que bajé la mirada, me dí cuenta de que Edward aún me miraba, pero no levanté la mirada, mi padre podría retarme y era lo menos que quería.

-debo felicitarte Charlie esta comida está exquisita- dijo el conde.

-gracias, lo que más me gustó fue el vino, importado- mi padre siempre tan sobrado, yo rodé los ojos, odiaba a mis padres.

-¿cómo son las cosechas aquí?- le preguntó el conde a mi padre.

-muy buenas, muy buenas- levanté la mirada, quería salir de ahí en ese instante, miré a mi madre como suplica, ella lo entendió.

-Bella te veo algo mareada, por qué no vas a tomar algo de aire.

-claro, pero mejor iré a la sala del piano, necesito relajarme un poco, permiso- me levanté y me fui de ese odioso ambiente, con mi padre todo era horrible.

Me fui a la sala del piano y comencé a tocar una canción que había compuesto hace poco, era más una tonada de tristeza, reflejaba todo lo que sentía al estar encerrada en este lugar.

-¿qué tocas?- me preguntó una hermosa voz, era Edward, me volteé y lo vi, amaba esos ojos verdes.

-una canción que compuse hace poco.

-parece algo triste- este chico sabía de música y parecía simpático.

-de alguna forma refleja como me siento, encerrada en una jaula.

-¿por qué?

-¿no te diste cuenta como me miraba mi padre en la mesa?, eso no es nada, no me deja hacer nada, se queja de todo lo que hago, toco el piano y dice que es una pérdida de tiempo, leo y dice que me quita la imaginación, pinto y me dice que lo hago mal, me baja todos mis ánimos.

-ya veo- dijo sentándose a mi lado- ¿tu madre no te apoya?

-no, es como si le tuviera miedo a mi padre, bueno en esta casa todos le tienen miedo, excepto yo, soy la única que se atreve a dar su opinión.