martes, 25 de agosto de 2009

una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 20: "sopresa"



Yo y Edward estábamos en un gran prado, hermoso, increíble, muchas flores de todos los colores que pude imaginar, con matices que las hacían ver aún más especiales, habían unos árboles gigantes que rodeaban este majestuoso claro, todo era tan natural, tan increíblemente romántico, ambos estábamos sentados en el pasto, yo estaba con una sonrisa de oreja a oreja, al igual que Edward.
-¿lista para tu sorpresa?- me preguntó entusiasmado pero a la vez con algo de miedo. -
claro- casi chillé de la emoción.
-te amo- dijo mientras se acercaba a mis labios, me besó tiernamente, pero yo le respondí con pasión, él se contagió de mi sentimiento y me besó casi salvajemente, de a poco se recostó en el pasto y yo quedé encima de él, cierro los ojos y lo sigo besando, pero quería ver esas hermosas esmeraldas, en las cuales me perdía profundamente, volví a abrir los ojos y me encontré con sus perfectos ojos, pero ya no estábamos en el claro, estábamos en mi pieza, todo eso lo había soñado, que raro, aunque ese había sido el mejor sueño de mi existencia, seguí besando a Edward con ganas, estaba tan emocionada de saber cual era su sorpresa, Edward debió haber esperado unos minutos más antes de despertarme para ver en mi sueño cual sería la sorpresa, aunque me había encantado la forma en que lo hizo, pero después de unos segundos debimos separarnos, necesitábamos aire…
-¿lista para tu sorpresa?- me preguntó entusiasmado pero con algo de miedo, esto me dio miedo, era una sensación de deja vu, tal vez al pasar tanto tiempo con Alice se me había pegado su sentido de premonición.
-claro- contesté con el mismo tono de mi sueño, esto era realmente extraño, Edward sonrió ante mi entusiasmo, me dio un beso rápido en los labios y me abrazó de una forma tan cariñosa que hizo que mi corazón saltara de alegría.
-pues vístete, te esperaré abajo, princesa- se acercó de nuevo a mis labios y me beso cariñosamente, yo le devolví el beso con el mismo sentimiento.
-nos vemos- susurré cuando él ya estaba en la puerta, me sonrió por última vez y se fue, yo lancé un suspiró de cansancio, no llevaba ni quince minutos despierta y ya estaba cansada por tantos sentimientos juntos. Me levanté de la cama y me fui a mi baño, me di una ducha rápida, realmente estaba intrigada con la sorpresa de Edward. Luego del baño me vestí y me peiné, me maquillé suavemente, mirándome por última vez en el espejo para cerciorarme de que estaba linda, y luego bajé a desayunar.
-Hola Bella- me dijo el conde dándome un cálido abrazo de bienvenida.
-hola- le respondí al abrazo.
-el desayunó está listo- gritó mi madre desde la cocina.
-Bella- me dijo el conde antes de que me pusiera a caminar, ¿qué querría? -¿si? -suerte con lo de hoy- me sonrió fraternalmente, ¿se refería a la sorpresa de Edward?, dios esto me iba a matar. -gracias, creo- dije soltando una risita nerviosa, el conde se rió de mi expresión frustrada, odiaba no saber las cosas. -vamos, tu madre nos espera- pasó su brazo por mis hombros y nos dirigimos al comedor, ahí estaban mis padres y Edward, ya sentados, el conde y yo nos sentamos y comenzamos a comer.
-Bella, ¿quieres té o café?- me preguntó mi padre amablemente, ¿qué le pasaba a este, siempre me trataba hoscamente, me quedé pasmada por su tono cariñoso y servicial, nunca había escuchado ese tono en mi padre, ni siquiera con mi madre y menos conmigo.
-té- contesté algo confusa, miré a Edward y este me guiñó un ojo, ¿acaso él sabía que le pasaba a mi padre?, yo lo quedé mirando curiosa, pero él desvió la mirada, estaba más que segura que algo me ocultaba.
-Charlie- el conde llamó la atención de mi padre, este lo miró de inmediato- estaba pensando que deberíamos comprar el terreno que está al lado del campo arado, podemos ganar el doble con suma cantidad de terreno, solo imagina las ganancias…- el conde y mi padre siguieron hablando, pero yo solo miraba a Edward, pero él corría su mirada cada vez que nuestros ojos se encontraban, le pegué despacio en la pierna por debajo de la mesa con mis zapatos, agradeciendo que fueran los de tacón, duros como una piedra, Edward me miró enseguida entrecerrando los ojos, pero sé que no le dolió, fue un golpe muy despacio.
-¿qué?- dijo él articulando la palabra con sus labios, yo entrecerré los ojos, él entendió mi mirada, era obvio que quería saber que diablos le pasaba al mundo, suspiré y bajé la mirada, sabía que Edward no daría su brazo a torcer con el tema de la sorpresa, pero yo estaba carcomiéndome mi cabeza para encontrar una relación con el raro comportamiento de mi padre, lo que dijo el conde y la sorpresa de Edward, ¿acaso lo hacían apropósito?, levanté de nuevo la mirada hacia Edward, él seguía mirándome, me sonrió y yo le devolví esa hermosa e irresistible sonrisa.
-Bella, come querida, se te enfriará todo- me dijo mi madre al ver que yo no había probado bocado aún, tomé mi taza de té y di un pequeño sorbo. Así siguió el desayunó, yo trataba de sacarle algo de información a Edward, pero este me ignoraba. Cuando terminamos de desayunar todos se pararon, mi madre se fue a la cocina y mi padre y el conde se fueron a ver el inventario en la oficina de Charlie, yo me paré y Edward me siguió, se puso a mi lado y me abrazó por la cintura.
-¿vamos?- preguntó de nuevo con esa expresión entre miedo, entusiasmo y alegría.
-vamos- respondí con una simple y pura alegría, Edward me dio un rápido beso en los labios, después nos fuimos al jardín, él me guió al bosque, comenzamos a caminar y la intriga me estaba matando- ¿a dónde vamos?- le pregunté sin poder aguantarme.
-Bells, te dije era una sorpresa- me dijo suspirando, yo quedé sorprendida por como me había llamado, olvidando momentáneamente el tema de la sorpresa.
-¿cómo me dijiste?- pregunté con una sonrisa.
-Bells- contestó él sin entender nada.
-me gusta, nunca me habían dicho así- cuando entendió a lo que me refería me devolvió la sonrisa, seguimos caminando y yo no pude aguantar a volver a preguntar- ¿cuánto falta?- dije desesperada, él se rió entre dientes.
-te comportas como una niña de cinco años, amor- me contestó él, era verdad, pero es que de verdad estaba tan impaciente- además falta poco, es más ya llegamos- yo me sorprendí por eso, él caminó unos diez pasos más y pude ver el claro que había visto en mis sueños, era exactamente el mismo, las mismas flores, tan hermosas y simples a la vez, los mismos árboles, tan altos y majestuosos, y Edward tenía la misma expresión, entre miedo, el cual no comprendía, y entusiasmo, el cual tampoco entendía.
-es tan hermoso- dije asombrada, ver esto en persona era mucho mejor que verlo en mis sueños, Edward me tomó por la cintura y me acercó a su pecho, comenzó a besarme el cuello, después subió por mi mandíbula, siguió por mis labios, me dio un tierno y a la vez apasionado beso, después se separó de mis labios y se dirigió a mi oído.
-te amo, y quiero pasar toda mi vida junto a ti- susurró cerca de mi oreja, su voz tan linda y aterciopelada me hizo volar por el cielo, volvió a mis labios y me dio un beso rápido en ellos, después se agachó y se apoyó en una de sus rodillas, buscó algo en sus bolsillos, sacó una pequeña cajita negra, no lo podía creer, ¿Edward estaba haciendo lo que estaba haciendo?- Isabella Marie Swan, ¿quieres casarte conmigo y hacerme el hombre más feliz del mundo?- dijo mientras me miraba con sus hermosos ojos verdes a través de sus espesas pestañas, ¿cómo podía ser tan perfecto?, esperen un momento, ¿me estaba pidiendo matrimonio?, ¿Edward a mi?, esto debía ser un sueño, ¡un increíble sueño hecho realidad!
-si, claro que si- dije mientras tenía una sonrisa de oreja a oreja, ¿cómo todo podía ser tan perfecto?, Edward abrió la cajita y ahí había un hermoso anillo de oro con un delicado y bello diamante, era increíblemente cautivador, Edward me tomó la mano y puso en mi dedo corazón el anillo, yo estaba que híper ventilaba, no podía más de la emoción, él me besó la mano, luego se paró, me tomó de la cintura y me beso con tanto amor que debería ser ilegal, ese beso hacía que las mariposas revolotearan por mi estómago, no podía más con tanto amor.

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