lunes, 3 de agosto de 2009

una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 6: "romeo y julieta"


Me dispuse a leer mi libro para no caer en la desesperación, me senté en la cama y comencé a leer.

“mi padre vio la felicidad que nos invadía cuando estábamos juntos, era obvio que para mí eso no era un castigo, me daba igual donde estaba, si estaba con él era estar en el cielo con el ángel más bello de todos. Como les decía, mi padre decidió separarnos, me encerró en mi pieza, no vería más a mi Ben, ya que cuando yo saliera él estaría muerto, mi padre era un desconsiderado, no sabía que hacer, lo puerta estaba con llave, aunque me quedaban las ventanas, podría saltar, aunque estuviera en un segundo piso, me daba igual, solo quería ver a mi amado, he llegado a pensar que el corazón de mi padre se endureció, es más parecido a una roca, tal vez ni siquiera tiene corazón, pero me daba igual, a estas alturas odiaba a mi padre demasiado, estaba a punto de quitarme la razón de mi existir…”

Un golpeteo en la ventana me despertó, me había quedado dormida leyendo mi novela y ya era de mañana, fui a ver que era, abrí las cortinas y casi salté del susto, era Edward, con su hermosa sonrisa y sus hipnotizadores ojos, ¿cómo había llegado a mi balcón?
-¿cómo llegaste aquí?- le pregunté mientras abría la ventana.
-supe que estabas castigada y no me aguanté más, escalé hasta tu balcón, mi querida Julieta-él me sonrió, de verdad esta escena se parecía a una del libro Romeo y Julieta.
-mi querido Romeo cuanto te he extrañado-le dije mientras ponía mis manos en su cuello.
-no tanto como yo a ti- me tomó por la cintura y me besó, ambos sonreíamos, ¿cómo no?, estábamos enamorados.
- te amo- le dije entre sus labios.
-yo más- me dijo aún sin separarnos, dios él me amaba, no podía creerlo, ahora entendía a Bianca, yo podría estar en el mismísimo infierno, pero si estoy con Edward sería mi propio cielo. En eso tres golpes secos en la puerta nos interrumpen.
-Bella, te traigo el desayuno- era mi madre.
-¿qué hacemos?- le dije algo asustada, si nos descubrían nos mataban a ambos.
-¿y si me escondo en tu armario?
-estás loco- le dije sonriendo.
-por ti- me besó por última vez y se fui a mi armario.
-pasa- le dije a mi madre, ella abrió la puerta, venía con una bandeja, pero yo no tenía hambre, solo quería volver con Edward.
-Bells, sé que estás enojada con tu padre, pero debes entenderlo, él está algo preocupado por el negocio.
-no debería preocuparse, lo único que demuestra es debilidad cuando me pega o me enfrenta sabiendo que tengo la razón- yo estaba susurrando, odiaba que mi padre se pusiera así.
-lo sé, él también lo sabe, pero sabes como es de bruto, hace las cosas sin pensarlas.
-si me estás pidiendo que me disculpe con él, no gastes saliva, no lo haré- me crucé de brazos como una niña pequeña.
-Bella sé que tu padre es el que está mal, pero…
-pero nada madre, deberías enfrentarte también a mi padre, deja esa personalidad machista atrás, hazte respetar, no puedes dejar que él te maneje así, somos personas no objetos- yo ya le gritaba a mi madre.
-no me subas el tono Isabella- ella se estaba enojando.
-pero si es verdad madre, él te trata como quiere y tú no haces nada- ella ya no aguantó más, me pegó una cachetada y se fue, genial ahora mis dos padres me pegaban, pude sentir como Edward me abrazaba por la espalda.
-¿estás bien?
-mi madre jamás me había pegado- una lágrima se me escapaba, él me dio la vuelta y me abrazó, yo puse me cabeza en su pecho, me encantaba como Edward era tan sobre protector- gracias- él me levantó el mentón y me dio un tranquilizador beso, pero luego se convirtió en deseo, amaba a Edward, pero también lo deseaba, mucho.
-Isabella, arréglate para el almuerzo- era mi padre desde el pasillo, pero yo no le respondí, mis labios estaban ocupados- ¡Isabella!- chilló.
-ya voy- dije separándome de Edward, pero él me volvió a besar- tu padre te estará buscando- él hizo una mueca, lamentablemente debíamos volver al mundo real.
-tienes razón, nos vemos en el almuerzo- me dio un beso rápido y se levantó, se dirigió hacia la ventana.
-¿vas a bajar por ahí?, ¿y si te haces daño?- el me sonrió por mi preocupación.
-prefiero caerme antes de que tu padre me eche a patadas porque acoso a su hija- yo le devolví la sonrisa, le di un último beso y lo dejé ir, cuando vi que tocaba el suelo del jardín sano y salvo, me fui a arreglarme, busqué uno de mis mejores vestidos, ¿cuál le gustaría a Edward?, ¿qué estaba diciendo?, ahora mi mundo giraba en torno a él. Escogí un vestido color crema, era con un corsé e inflado desde la cintura hasta los pies, como odiaba esos vestidos, eran tan incómodos, me maquillé, me peiné y bajé rápidamente, quería ver a Edward.

Cuando entré en la habitación mi madre me miraba a modo de disculpa, mi padre cabreado, el conde con una sonrisa y Edward embobado, le sonreí y él me devolvió la sonrisa, me senté y me sirvieron el plato de entrada, comencé a comer, pero sin perder de vista a Edward, de verdad lo amaba, mi Romeo, mi príncipe Azul, mi Edward.
-podríamos ir a pescar, sería divertido, ¿qué piensas Charlie?-dijo el conde con una gran sonrisa, me agradaba mucho el conde Cristóbal, era un hombre optimista y humilde.
-claro, claro, será divertido- dijo mi padre con una sonrisa que no se parecía en nada a la del conde, la de él era más natural, la de mi padre era más forzada, aunque si hablamos de sonrisas la más cegadora es la de mi Edward.
-entonces vamos mañana en la madrugada- dijo el conde- podemos ir todos, para salir un rato, así podemos conocernos mejor y hacemos lazos más afectivos en vez de solo negocios- si que me caía bien el conde, era un tipo que no solo pensaba en el dinero, me encantaba mi ¿suegro?, saqué una sonrisa al pensar eso, si supiera que su hijo está enamorado de una simple chica de pueblo, es verdad que mi padre tenía dinero, pero no tenía ningún título, en cambio Edward tenía todo un palacio y sería conde cuando su padre muriera, pero la verdad es que eso a mí me daba igual, yo solo lo amaba por lo que era y Edward me amaba también.
-sería fantástico conde…
-dime Cristóbal, Charlie estamos en confianza, pronto tendremos las tierras más grandes del lugar.
-está bien, Cristóbal, me dijiste que habían unas cosechas…- mi padre y el conde comenzaron ha hablar, pero Edward me tenía hipnotizada con sus ojos verdes, me miraba con una intensidad increíble, me sonreía con esa sonrisa cegadora, llamen al cielo que se les ha caído un ángel, un ángel que es solo mío, dios, como amaba a Edward, estaba algo obsesionada con él.




1 comentario:

  1. super el kap me enkanto lo de el balconnn jejeje romeo + julieta jeje

    ResponderEliminar