miércoles, 12 de agosto de 2009

una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 10: "despedida"


Estábamos todos sentados almorzando, era una escena tan tierna, como siempre, Edward me tenía hipnotizada con sus ojos verdes, traté de poner un poco de atención en la conversación y, sobre todo, en comer…
-señor, tiene una carta- le dijo una criada al conde, él recibió la carta y la abrió, comenzó a leerla mientras nosotros esperábamos alguna reacción de su parte, el conde abrió los ojos como platos, pude ver como su mirada se convertía en dolor.
-mi hermana falleció- susurró decaídamente- tendremos que ir al funeral, Edward- mi mundo se me vino abajo, sabía que Edward en algún momento se iría, pero no contaba con que fuera tan pronto, yo lo miré como suplicando que esto no fuera cierto, en su mirada se veía tristeza, aunque no sé si era porque su tía había muerto o porque tendríamos que separarnos, o tal vez ambas.
-te doy mi pésame querido amigo- le dijo Charlie al conde, el solo asintió.

El almuerzo siguió algo triste, el conde nos contó como fue su hermana, las cosas que hizo, para mi fue un infierno, todo ese tiempo estuve pensando en como sobrevivir sin Edward, ¿qué diablos haría ahora? .Cuando terminamos con la comida me levanté y Edward me siguió, esta sería nuestra despedida, ya que se iban mañana en la mañana, salimos al jardín, hacía mucho calor, nos sentamos en la sombra de un árbol y yo lo abracé lo más fuerte que pude.
-no quiero que te vallas- susurré contra su hombro.
-no quiero irme si no es contigo- tomó mi mentón, levantó mi rostro y me beso delicadamente.
-te voy a extrañar demasiado.
-yo más, no puedo pensar en como voy a sobrevivir estos días sin ti- me volvió a besar, no podía creer que estos serían nuestras últimas horas juntos, me subí a su regazo y él me abrazó por la cintura, apretándome más a él.
-te amo- balbuceé entre sus labios.
-te amo demasiado- dijo aún sin separar nuestros labios.
-¿por qué esto es tan difícil?- susurré agitada separándome de sus labios para poder respirar.
-ni que lo digas- me apretó más contra él, yo apoyé mi cabeza en su pecho, él comenzó a besar mi pelo mientras me acariciaba mi espalda.

Así se nos fue la tarde, entre caricias, besos y “te amos”, cuanto extrañaría sentir como me protegía, sentir sus labios sobre los míos, sentir sus manos sobre mi cintura, no podía creer que estuviera tan enamorada de Edward, ni menos que él estuviera igual de enamorado que yo.

Cuando comenzó a anochecer entramos a la casa para la cena, mi última cena con Edward Masen, hasta nuevo aviso, claro, ya que planeaba volver a verlo.
-Bella, ¿me pasas la sal?- dijo mi padre mientras me sacaba de mis pensamientos, mis dolorosos pensamientos.
-claro, aquí tienes- se la pasé decaídamente.
-¿te ocurre algo, hija?- ¿desde cuándo mi padre se preocupa por mi?
-no, solo no me siento muy bien que digamos- susurré inventando una escusa.
-conde, ¿cuándo volverán?, necesitamos seguir con el negocio- dijo Charlie dirigiéndose ahora al conde.
-no lo sé, estimo que serán tres o cuatro semanas, no creo que más que eso, necesito arreglar muchas cosas, la herencia, el funeral, demasiado en tan poco tiempo, aún no puedo creer que mi querida hermana se haya muerto- al parecer si que le había afectado al conde la pérdida de su hermana, aunque y no entendía mucho el lazo de hermanos, ya que era hija única.
-es mucho tiempo- susurré, aunque al parecer me escucharon, Edward me sonrió infundiéndome valor, aunque él tampoco tenía mucho ánimo, se notaba solo al verlo.
-sí, pero igual volveremos- dijo el conde con una sonrisa carente de alegría.
-tío, creo que ya he pasado mucho tiempo aquí, he abusado demasiado de ustedes, de su bondad al dejarme estar aquí, así que me iré a París- dijo mi prima, al fin una noticia buena.
-¿estás segura querida?, puedes quedarte el tiempo que quieras, además no es ningún problema para nosotros- ¿por qué mi padre no cerraba esa bocaza que tenía?
-no, gracias tío, pero extraño mucho a mi familia, además sabes que yo soy más una chica de ciudad que de campo- o más bien se sintió rechazada por Edward y se va “dignamente”, bueno daba igual la excusa que pusiera la cosa es que se iba.
-está bien, ¿cuándo quieres partir?- preguntó mi padre.
-me iré mañana en la mañana- contestó con una sonrisa en su rostro, era la única que sonreía en la mesa.

Bueno, parte mala: Edward se va, parte buena: mi prima se va, aunque hubiera preferido tener a diez mil Natalias antes de soportar la separación de mi Edward.

Después de la cena me fui a mi pieza, por orden de mi padre, me cambié a pijama y me desarmé ese horrible y complicado peinado que tenía. Cuando ya estaba lista no sabía que hacer, tenía que sacarme de la cabeza a Edward, ¿qué iba ha hacer todas estas semanas sin el amor de mi vida?

Comencé a caminar por mi pieza, Edward no podrá venir a verme ya que estaba ordenando sus maletas y yo estaba aquí como una tonta esperando algún milagro que dijera que la hermana del conde había resucitado y no se tendrían que ir. Me senté en mi cama, pasé mi vista por todo mi dormitorio, me llamó la atención algo brillante, eran las letras doradas de mi libro, claro, eso haría para distraerme, hace tiempo que no leía, ya que estaba ocupada con Edward, creo que estás semanas me leeré unos diez libros. Fui a buscar el libro, que estaba tirado al lado de mi ropero, lo recogí y me acosté en mi cama, ¿dónde había quedado la última vez?, ¡ah sí!, el padre de Bianca los separó, a ella y a Ben, ya que aunque estuvieran en la cárcel, si estaban juntos eran felices, Bianca quería escapar de su dormitorio, donde estaba encerrada, ya que a Ben lo matarían en la horca. Abrí el libro y comencé a leer.

“Estaba en un dilema, era obvio que debía salir sí o sí de estas cuatro paredes, ¿pero como?, podía romper la puerta y salir corriendo, no, eso haría demasiado ruido y me atraparían en un segundo, estaba la ventana, pero si saltaba fijo que me rompía las piernas, estaba en un segundo piso, uno muy alto, y para mi mala suerte no había nada en la pared con la que me pudiera sujetar y bajar más fácilmente, como una enredadera, nada, solo una plana pared, aunque había leído en uno de mis libros una muy buena técnica, con mis sábanas y frazadas de la cama podría hacer una especie de cuerda uniéndolas con nudos, ¡sí!, era la mejor idea que se me había ocurrido hasta el momento.


Quité de un tirón toda la ropa de cama, rápidamente comencé a unirlas haciendo torpes nudos a causa del nerviosismo, mis manos tiritaban del miedo, cuando ya estaba listo amarré un extremo de la “cuerda” a una pata de mi cama, que era el mueble más cercano a mi ventana, tiré la ropa de cama en forma de cuerda por la venta, la sujeté fuertemente entre mis manos, me senté en el marco de la ventana, saqué mis pies hacia afuera, me aferré como garrapata a las frazadas y comencé a bajar de a poco, cuando iba a mitad del camino siento como la cuerda empieza a bajar sola, los nudos se estaban soltando, ¡maldición!, yo solo me dediqué a mirar como el nudo se iba desarmando, de un segundo a otro yo estaba en el suelo, me paré rápidamente por si el gran estruendo que hice al caer había alarmado a alguien, comencé a correr hacia el bosque, me escondí durante un rato hasta estar segura de que no había nadie cerca del perímetro, comencé a correr hacia los calabozos del castillo, los cuales quedaban bastante lejos…”

1 comentario:

  1. ooooooo ñañañañañañañ
    edward se ve eso suena
    malisimooooo
    kiero iorarrrrrr

    ResponderEliminar