martes, 15 de septiembre de 2009

una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 30: "infierno"



Las lágrimas caían por la carta que acababa de leer, la carta que marcó mi vida, que la cambio, la carta que arruinó mi vida.
Señora Isabella Masen:


Junto con nuestro más sentido pésame le informamos que el soldado Edward Masen a fallecido producto de un ataque inesperado, ofreciendo nuestras disculpas, se despide atentamente,

Richard Mcgary, soldado superior.


Esta carta era la más fría que había leído en mi vida, a pesar de decir “lo siento”, era como si lo escribieran a todas las familias que dejaban sin sus seres queridos, tan solo le cambiaban el destinatario y el fallecido, pero ¿qué importaba eso ahora?, ¿qué importaba cualquier cosa ahora?, Edward no estaba, él había muerto, no puedo pensar en un palabra que describa como me siento, ni tampoco quiero pensar en eso, solo pienso en mi sueño, ese que tuve antes de que Edward se fuera, mi corazón se estrujó al recordar sus ojos sin vida, al recordar su piel tan fría, su expresión tan perdida, su rostro tan pálido, era una imagen tan sádica, ¿qué haría ahora sin él?, al final nunca cumplió su promesa, pero no lo culpo, debió haber sido difícil tratar de sobrevivir, con solo pensar todo lo que sufrió me dan escalofríos.
-Bella, ve a cambiarte, acaba de llegarme una carta, los funerales serán hoy- dijo el conde, yo lo miré sin entender, ¿funerales?- Jasper- susurró con la cabeza gacha, no, no, no, Alice debe estar devastada, debe estar muriéndose por dentro, al igual que yo, ¿por qué el destino nos arruinó todo esto?, mi vida fue tan perfecta en un momento, con Edward todo era perfecto, pero ahora todo era horrible.
-voy a ver como está- dije subiendo las imponentes escaleras que dirigían hacia el segundo piso, cuando llegué arriba fui con paso decaído a la pieza de Alice y Jazz, ahora solo de Alice, toqué la puerta, ella se demoró un poco en abrir, estaba con los ojos rojos.
-¿Edward?- dijo con los ojos como platos, ella solo había recibido las noticias de Jazz, no de Edward, se tiró a mis brazos y comenzó a llorar, yo tampoco pude evitarlo, las lágrimas y los sollozos gobernaban el ambiente.
-¿por qué?- susurré.
-no lo sé, todo esto es horrible- dijo apenas.
-vamos a cambiarnos, por lo menos quiero verlo por última vez- esa frase que salió de mi boca me dolió en lo más profundo, no podía creer lo que pasaba.
-vamos- susurró aún con las lágrimas recorriendo su rostro, me dirigí a mi habitación, cuando entré y vi nuestra habitación, la que ahora sería solo mía, que tristeza me causaba esto, recordar cada momento que pasamos aquí, recordar como Edward me hizo sentir tan bien durante este tiempo, caminé hasta mi ropero, saqué un vestido que siempre odié, mi mamá me lo compró hace tiempo y yo nunca lo usé, era lindo, pero era negro, lo odiaba, porque solo lo podría usar para una cosa, un funeral, en este caso el de mi ex marido, no podía creer que era viuda, junto con Alice, pobre, ni siquiera alcanzó a casarse con Jazz, como extrañaría a ambos. Me puse el vestido que tanto aborrecía, ni si quiera me miré, bajé hasta la sala de estar, me senté en un sofá, al rato llegó el conde, que también tenía los ojos rojos, cargaba a mi pequeña Sami, le sonreí con tristeza, por lo menos me quedaba mi hija, el único recuerdo que me dejó Edward, me paré del sofá y caminé hasta el conde, miré a mi peque, se parecía tanto a su padre, la verdad es que era mitad y mitad, tenía los ojos verdes de Edward, mi pelo castaño rojizo y ondulado, las facciones de ambos, era tan hermosa, tenía exactamente los mismos ojos hipnotizadores de Edward, por lo menos eso no se perdió, eran tan lindos, la saqué de los brazos de mi suegro, quien me sonrió sin ningún deje de alegría.
-¿lista?- dijo con tono decaído.
-si- susurré apenas, le di un beso en la mejilla a mi pequeña, quien estaba durmiendo placidamente en mis brazos.
-vamos- dijo Alice que acababa de bajar, salimos de la casa y nos subimos a un carruaje que nos llevaría al cementerio de la ciudad, me quedé mirando a Sami, se veía hermosa, un pequeño angelito durmiendo en mis brazos- saldremos adelante- me dijo Alice con una sonrisa tranquilizadora, aunque triste.
-eso espero- dije con un suspiro, en todo el viaje nadie habló, todos estaban ensimismados en sus pensamientos, ¿cómo perdimos todo en tan poco tiempo?, pasó media hora y habíamos llegado, bajé del carruaje encontrándome con el cementerio, pude ver a un conjunto de personas, todas vestidas de negro, ahí debían estar los ataúdes, me acerqué a paso lento, no quería volver a ver el rostro sin vida del amor de mi existencia, cuando al fin llegué la gente empezó a quitarse de en medio para que yo pudiera pasar, cuando llegué a la tumba de Edward no pude evitarlo, el ataúd estaba abierto, el cuerpo de Edward estaba ahí, esta era la prueba de que mi vida había terminado.
-tranquila, todo saldrá bien- dijo el conde a mis espaldas, yo solo asentí- iré a ver a Jazz- sentí sus pasos alejarse, miré a mi alrededor, estaba sola con Edward.
-no cumpliste tu promesa- susurré, pero, como esperaba, no hubo respuesta, aún tenía la estúpida esperanza de que él estuviera vivo, era increíble que pensara eso cuando lo podía ver ahí muerto, pálido, sin vida, comencé a sollozar- no te culpo, debió haber sido difícil- cualquiera que me viera pensaría que estoy loca, miré a mi pequeña que aún estaba en mis brazos- traje a nuestra hija, no la pudiste conocer- seguí llorando- no sé como voy a poder seguir sin ti, si hubiera algo que pudiera hacer, cualquier cosa, para que volvieras conmigo, lo haría con gusto- estaba hablando con un muerto, estaba mal, muy mal, pero era la única forma de pensar que aún estaba con él- ella es hermosa, tiene tus ojos, por lo menos no se perdieron- susurré, esta sería la última vez que lo vería, no lo podía creer- te amo, siempre lo haré, no me olvides jamás, yo siempre pensaré en ti- una lágrima cayó desde mi mejilla hasta su rostro, con indecisión pasé mi mano por su mejilla y limpié la lágrima, él estaba helado, como era de esperarse, acaricié su mejilla- no sabes cuanto te voy a extrañar- comencé a sollozar más fuerte, en ese momento pude ver como Edward abría sus ojos y me miraba, pero sus ojos estaban rojos- Edward- susurré, me acerqué más a su rostro, las lágrimas seguían cayendo, él cerró sus ojos en menos de un segundo- Edward, no, Edward, por favor- comencé a gritarle al cuerpo inmóvil de Edward.
-Bella, ¿qué te pasa?- miré a mi alrededor, estaban todos ahí, Alice me miraba con pena en sus ojos, ella me había preguntaba que me pasaba.
-abrió los ojos, yo lo sé, Edward está vivo- dije sacudiendo el cadáver de mi esposo.
-Bella, no- dijo Alice.
-Alice, sí, de verdad- grité desesperada.
-señorita, dejé ese cuerpo, pare de hacer escándalo- me tomó el brazo alguien que parecía un oficial.
-usted no entiende, él está vivo- le grité ya bordeando la histeria.
-acompáñeme- me dijo tirando de mi brazo.
-no- chilló Alice, todos la miramos, ella estaba con la vista perdida, de repente volvió a la realidad- sí, están vivos, lo vi en una visión- me dijo contenta, al parecer no se dio cuenta que todos la escucharon, miré al guardia o lo que fuera, quien me estaba sujetando, él miraba a Alice, la tomó del brazo y la arrastró a mi lado.
-me acompañarán las dos, hay un espacio para las locas como ustedes- dijo enojado y nos tiró a las dos del brazo, miré a Sami que aún estaba en mis brazos- entrégale el bebé al conde.
-no se las pueden llevar- dijo el conde discutiendo.
-todos fueron testigos, están locas, es obvio- dijo el tipo, sacó de mis brazos a mi bebé y se la entregó bruscamente al conde.
-no- chillé yo, no, esto no podía ser verdad.
-vámonos, estarán encerradas en un loquero quieran o no quieran- dijo ese estúpido con una fuerza bruta que no nos dejaba escapar.


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