viernes, 11 de septiembre de 2009

uan eternidad perdida en tus ojos, capítulo 28: "último día juntos"


Mañana se iba Edward, sí, lo sé, triste, más que eso, ¿cómo iba a sobrevivir sin él?, ¿sin sus besos?, ¿sin sus abrazos?, ¿cómo vivir sin el amor de mi vida?, además quien sabe cuanto durará esta maldita guerra mundial, ¿qué pasa si Edward no alcanza a ver nacer a nuestro hijo?, lo cual es lo más probable, pero yo quería ver a Edward cargando a mi mini Edward, tendré que esperar un poco, ojala que ese poco no sea mucho, ya que podría caer en depresión sin mi amado Edward. Ahora él estaba a mi lado, durmiendo placidamente, no sé que me pasaba que ahora me despertaba tan temprano, aunque ni que fuera tan temprano, eran como las ocho de la mañana. Me quedé mirando a mi Edward, se veía tan hermoso durmiendo, parecía un angelito, mi angelito, me acerqué más a él y le di un beso en el cuello, él me abrazó, ya se había despertado, le devolví el abrazo y nos quedamos así un rato.
-buenos días- susurró Edward.
-buenos días, amor- dije algo decaída.
-¿te pasa algo?- me preguntó mirándome fijamente.
-no, solo pensaba en que hoy es nuestro último día juntos antes de que te vallas- dije en un susurro.
-oh- fue lo único que pudo contestar, su mirada se entristeció, no quería verlo así, ni menos por mi culpa, me acerqué a sus labios y le di un cálido beso, él me lo devolvió, obviamente, agarró mi cintura y me acercó más a él.
-te amo- susurré entre sus hermosos labios.
-yo también, te voy a extrañar- me separé un poco de él, quedando con nuestras frentes pegadas.
-no pienses en eso, solo disfruta de esta despedida- le sonreí y él me devolvió la sonrisa, nos volvimos a besar, nuestros labios se movían sincronizados, estábamos hechos para besarnos, era como si nuestros labios encajaran a la perfección, pero justo en ese momento comenzaron a golpear la puerta.
-Bellita, Ed, salgan a la luz, vamos a desayunar tortolitos- gritó Alice desde el pasillo, yo suspiré.
-acabamos de despertar- le respondió Edward.
-mala suerte- dijo ella entre risas.
-vamos- dije con otro suspiro, nos levantamos, nos vestimos y bajamos, ahí nos esperaban todos con una gran sonrisa.
-¿por qué tanta alegría?- preguntó Edward contagiándose la sonrisa.
-¿no les dijiste Alice?- le preguntó Jazz.
-claro que no, es una sorpresa- dijo ella entre risas.
-¿qué cosa?- pregunté curiosa.
-no te preocupes amiga, te encantará- dijo con otra sonrisa.
-no me gustan ese tipo de sorpresas- dije cruzándome de brazos.
-claro, solo te gustan las de Edward- me contestó sacándome la lengua, yo solté una sonrisa, eso era verdad.
-es que odio quedarme intrigada.
-mala suerte- con su mano hizo el gesto de cerrarse la boca con un candado y tirar las llaves lejos.
-eres mala- dije entrecerrando los ojos, ella me dedicó una diabólica sonrisa.
-come, así lo sabrás antes, menos te demoras, más rápido vamos a la sorpresa- me dijo Alice apurándome. Cuando ya terminamos de desayunar todos nos fuimos a un carruaje que nos esperaba, nos subimos y los caballos comenzaron a andar.
-vamos, díganme ¿dónde vamos?- dije ya al borde de la histeria, me picaba la curiosidad.
-sabes Cristóbal, ¿has visto los nuevos autos que salieron?- le preguntó Alice ignorándome, mi suegro se rió junto con Edward y Jazz.
-sí, estaba pensando en comprarme uno- dijo divertido.
-son increíbles, yo quedé alucinando cuando los vi en la ciudad- siguió Alice con la conversación. Así siguió durante todo el viaje, ignorando mis preguntas y hablando de puras trivialidades, cuando al fin el carruaje paró salimos de este y me quedé con los ojos como platos al ver lo que veía, era un campo abierto hermoso, lleno de pasto verde, habían unos caballos corriendo, se podía ver una cascada desde donde estábamos, habían un montón de flores de todos los colores, árboles altísimos, todo era increíble.
-llegamos- dijo Jazz emocionado.
-vamos- chilló Alice, la miré, estaba con una canasta enorme y un mantel a cuadros colgando en su brazo.
-wow- fue lo único que pude decir.
-hace algunas semanas encontramos este lugar con Alice, y a este pequeño monstruito se le ocurrió traerlos aquí a todos el último día juntos- nos explicó Jazz sonriente.
-está increíble, gracias- les dije de todo corazón.
-está bien, sin ponerse cursi, vamos a preparar todo- dijo Alice.
-¿por qué no nos ponemos al lado de la cascada?- dijo Edward.
-buena idea, hermanito- dijo Alice con una sonrisa de oreja a oreja, fuimos caminando hasta la hermosa cascada, de cerca se veía genial, el agua caía tan delicadamente, era demasiado cristalina, te daban ganas de tirarte y nadar hasta que tus piernas no pudieran más. Nos acomodamos en el pasto y comenzamos a observar el paisaje.
-Edward- lo llamó Alice, tenía una cara como calculadora, él se acercó a ella, Alice le dijo algo al oído y este sonrió y asintió, Alice le dijo otra cosa a Jazz y este hizo lo mismo que Edward.
-¿por qué no damos un paseo?- preguntó el amor de mi vida, yo me paré de inmediato, amaba caminar.
-claro- dijo Alice, estaba segura que algo se tramaban, pero lo dejé pasar, comenzamos a caminar por la orilla de la cascada, el conde no quiso ir, se quedó mirando el paisaje. Nosotros seguimos caminando por la gran cascada, era tan hermoso, pero de la nada Edward me tomó en brazos.
-¿qué haces?- pregunté asustada.
-cierra los ojos amor- me dijo con una sonrisa picarona y miró hacia la cascada.
-oh no- dije tratando de salir de los brazos de Edward, pero el fue más rápido y se tiró conmigo en brazos al lago que formaba la cascada- ¿qué diablos haces, Edward?- pregunté chillando, ahora estaba toda empapada, al igual que él, Alice y Jazz, quienes también se habían tirado.
-es solo agua, amor- me dijo dándome un tierno beso, haciendo que todo enfado se fuera.
-vamos, nademos- dijo Alice, comenzamos a nadar, fuimos por detrás del agua que botaba desde el cerro la cascada, Alice se metió por ahí y comenzó a nadar, nosotros la seguimos, era increíble, estábamos en una clase de cueva por detrás de la cascada, podíamos ver como caía el agua, pero por el lado de atrás de la cascada, era hermoso, entramos en una pequeña cueva que había, estaba un poco iluminada por los rayos de sol que entraban por la cascada.
-que hermoso- susurré.
-tengo una idea- dijo Alice emocionada, todos la miramos para que siguiera- enterremos un tesoro, en unos años más venimos aquí y lo desenterramos, así recordaremos todo esto- dijo emocionada, todos le sonreímos, era una muy buena idea.
-claro, es genial- respondí.
-propongo las pulseras- dijo Alice.
-buena idea- dijo Edward.
-ven Edward ayúdame a hacer un agujero- dijo Jazz, los chicos comenzaron a cavar en un lugar que era solo de tierra, nada de rocas, nosotras nos sacamos las pulseras, los chicos cavaron un agujero bien hondo, pusimos las cuatro pulseras ahí y las enterramos, después pusimos hartas rocas encima para que si entraba agua no se desenterraran, después nos quedamos mirando el hermoso paisaje, este último día que pasábamos los cuatro juntos había sido increíble, nos devolvimos a ver al conde, él se rió por como estábamos, todos empapados, luego comimos algo viendo el atardecer, mañana en la mañana Edward se iría y yo me quedaría con Alice y mi hijito, claro y mi querido suegro que nos cuidaría a ambas, pero aún así lo iba a extrañar, y también a Jazz, mi fiel amigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario