martes, 1 de septiembre de 2009

una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 24: "increíble"


Los meses pasaban tan rápidos que yo no me daba cuenta, los días eran muy cortos para disfrutar con mi querida nueva familia y las noches más cortas aún para disfrutar con Edward, como me gustaría no poder dormir, peor eso era imposible. Amaba tanto a mi familia, mis mejores amigos, mi esposo perfecto y un suegro amable, comprensivo y humilde, ¿qué más podía pedir?, todos los fines de semana los cuatro nos íbamos de compras, más bien Alice y yo, y nuestros chicos nos acompañaban, ya se acercaba la boda de Alice, ella decidió esperar unos meses para que todo salga perfecto, y como Jazz la ama, al conciente en todo, aunque Edward no se queda atrás en los consentimientos, siempre me regalaba alguna joya, o alguna flor, cualquier detalle que hacía que lo amara más, adoraba cuando me decía que lo hacía el hombre más feliz del mundo estando a su lado, aunque él me causaba lo mismo. Ahora estaba con Alice dando un paseo por los jardines, ambas nos obsesionamos con las flores, eran tan hermosas, cada semana encontrábamos un lugar nuevo en el castillo, era impresionante lo grande y majestuoso que era, por mientras Edward, Jazz y el conde fueron a cazar, por mera diversión, claro, ya que aquí habían chef y todo lo demás, tenían comida para siglos.
-Bella, ¿estás bien?, te noto un poco pálida- me dijo Alice, la verdad es que desde la mañana que estaba mareada y ahora veía todo borroso, tenía unas ganas enormes de vomitar y, extrañamente, de comer algo dulce.
-la verdad es que no me siento muy bien- dije tambaleándome.
-cuidado, amiga- Alice pasó mi brazo por su hombro y me llevo dentro del castillo.
-necesito algo de agua, nada más- le dije para tranquilizarla.
-ni loca, Bells, llamaré al doctor, si algo te pasa, aunque sea un misero resfriado, Edward me mata- eso era verdad, se dirigió al teléfono, el cuál yo no tenía idea de cómo utilizar, pero ella si, habló por unos momentos y después colgó.
-¿qué pasó?
-nada, el doctor vendrá en unos quince minutos.
-ah- susurré.
-Bella, ¿desde cuándo te sientes así?- preguntó preocupada.
-bueno, desde hace unos días, o semanas.
-¿o meses?- dijo entrecerrando los ojos.
-no, solo hace como una semana.
-ah, te traeré un vaso de agua- se paró y se fue a la cocina. Después de unos minutos volvió con un vaso de agua casi rebalsando.
-gracias- tomé unos sorbos, justo en ese momento tocaron la puerta.
-qué rápido- dijo Alice parándose a abrir, un doctor, ¡pero qué doctor!, era rubio, alto, ojos dorados, se veía muy simpático, pero ni a los talones le llegaba a mi Edward, claro.
-hola, Bella- dijo amablemente con una voz melodiosa.
-hola, doctor- le respondí.
-dime Carlisle- me sonrió, yo le devolví la sonrisa- bueno, ¿cuáles son tus síntomas?
-me siento mareada, cansada y con antojos- dije latosamente.
-mm, déjame revisarte- tomó su maletín, comenzó a buscar algunas cosas, escuchó los latidos de mi corazón con un aparato extraño, vio mis estímulos, me preguntó algunas cosas, no fue tan malo como yo pensé.
-¿cuál es el veredicto?- preguntó Alice.
-la verdad es que no hay ningún problema- dijo Carlisle.
-entonces, ¿por qué me siento así?- pregunté.
-felicidades, Bella, estás embarazada- dijo Carlisle como si nada, yo quedé boquiabierta, ¿embarazada?, ¿yo?, ¿yo y Edward seríamos padres?, ¡dios mío, que alegría!, una sonrisa involuntaria se extendió por mi cara.
-aaahhh- comenzó a chillar Alice, me abrazó fuertemente- ¡voy a ser tía!- chilló.
-¡voy a ser madre!- grité, Carlisle solo se reía por nuestra reacción.
-¡oh dios!, hay que ver el cuarto del bebé, y hay que comprarle juguetes y ropa, una cuna, ¡-¡ah!- volvió a gritar Alice.
-bueno, yo debo irme, me esperan en el pueblo, Bella, tú no debes hacer esfuerzo, debes comer bien, recuerda que ahora también alimentas al bebé, toma agua, duerme lo necesario, no te alteres, no te estreses, no debes sufrir accidentes o caídas, si no sigues estas reglas el bebé puede nacer con malformaciones o hasta morir- me amenazó, yo solo asentí- adiós chicas, cuídense mucho, cualquier cosa Bella, llámenme y estoy aquí en unos minutos, en dos meses más vendré a ver como sigues tú y tu bebé- me sonrió y se fue, Alice lo fue a dejar a la puerta, luego me miró y comenzó a chillar y a saltar.
-dios, Bella, ¡vas a ser mamá!- me gritó Alice.
-¡sí!- nos abrazamos y seguimos saltando.
-¿por qué tanta alegría?- preguntó el conde, quien entraba junto con Edward y Jazz.
-Edward, Edward, dios, no sabes lo que pasó- gritó Alice, él se rió, aunque yo estaba algo preocupada por como se lo tomaría…
-¿qué ocurre, Alice?- le preguntó.
-Bella, digo, yo y Bella estábamos paseando en el jardín y ella se mareo y casi se desmaya y…- Alice se detuvo al ver que Edward ahora me miraba a mi preocupado- calma, galán, a tu chica no le pasa nada malo- Edward volvió a mirar a Alice.
-explícate- le dijo, yo me reí por lo preocupado que estaba.
-la cosa es que llamé al doctor Carlisle Cullen y vino, la revisó.
-vamos Alice, ve al grano- la apuró Jazz.
-a eso iba, dios, que impacientes, en fin, el doctor Carlisle dijo que Bella no tenía nada malo, ¡SOLO QUE ESTABA EMBARAZADA!- gritó Alice.
-¿en serio?- dijo Edward mientras una sonrisa involuntaria se dibujaba en su rostro.
-en serio, vas a ser papá- chilló Alice y lo abrazó, Edward le devolvió el abrazó y luego la soltó, se dirigió a mi y me sonrió, yo le devolví la sonrisa y lo abracé, él me abrazó cariñosamente.
-¿cómo lo haces?- me preguntó Edward en el oído.
-¿hacer qué?- le pregunté en otro susurro.
-hacerme más feliz a cada segundo- se separó de mi oído y junto nuestros labios, yo le devolví ese cálido beso.
-Jazz, amor, vamos a ser tíos- chilló Alice, pero no pude ver nada, ya que estaba pegada a los labios de Edward.
-voy a ser abuelo- dijo el conde con alegría, ahí me separé de Edward, quería ver la expresión del conde.
-¡qué emoción!, yo creo que debemos comprar ahora ya las cosas para el bebé, mañana mismo debemos ir a comprarlas- gritó Alice, dios que eufórica que estaba.
-claro que no, Bella no puede hacer esfuerzos ahora- dijo Edward abrazándome por detrás.
-hay Edward, no me digas que te vas a poner más sobre protector que antes, dios, si eso es imposible- le replicó Alice, todos nos reímos.
-por qué no lo celebramos con una cena a la luz de las estrellas- dijo mi suegro.
-claro- respondí.
-vamos a la terraza- dijo Jazz.
-le avisaré a los cocineros- dijo el conde.
-vamos- susurró Edward en mi oído.
-espera- me di vuelta, ya que él estaba detrás de mí, puse mis manos alrededor de su cuello y me acerqué a sus labios, él me sonrió y acortó la distancia que había entre nosotros, puso sus manos en mi cintura y me junto a su pecho.
-te amo- balbuceó entre mis labios.
-yo más.
-imposible- susurró aún pegado a mis labios, yo me reí, ya habíamos tenido esa “discusión” de quien amaba más al otro.
-vamos, tortolitos, ya sé que están felices, pero deben compartir con la familia- nos retó Alice, me separé de Edward, él puso su mano en mi cintura, apretándome contra su costado y nos fuimos a la terraza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario