martes, 4 de agosto de 2009

una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 7: "pesca"



Mi madre me despertó muy temprano para la pesca, tenía demasiado sueño, la noche anterior me había quedado hasta tarde leyendo el libro y ahora tenía demasiado sueño, me arreglé apenas, cuando salí parecía un zombi, se me caían los parpados solos.
-creo que te faltó dormir un poco- me dijo Edward con una sonrisa, estábamos solos en el living, mis padres y el conde preparaban todo para la pesca- ¿cómo dormiste?- se acercó a mí y me acarició la mejilla.
-bien- le dije y me acerqué más a él, Edward acortó la distancia que había entre nosotros y me besó, por fin esos labios de nuevo, yo le devolví el beso con ganas, él me tomó de la cintura y me acercó más a su cuerpo, sus labios eran insistentes contra los míos, ambos teníamos una sonrisa grabada en el rostro, yo entrelacé las manos en su hermoso pelo cobrizo, necesitaba aire, pero más necesitaba sus labios, aunque sin aire me ahogaba, decidí separarme, solo un poco, nuestros labios aún se tocaban, pero podía respirar, nuestras respiraciones estaban agitadas, después de que volvieron a estar regulares nuestros labios se volvieron a juntar, ¿qué pasaría si alguien nos veía?, abrí los ojos y me encontré con dos esmerarlas mirándome con deseo, como amaba los ojos de Edward, por si acaso miré hacia la ventana para ver si alguien venía, y así era Charlie, Reneé y el conde venían, yo me iba a separar de Edward, pero él no me dejó moverme ni un centímetro, disfrutamos de los últimos segundos y cuando se escuchó la cerradura de la puerta nos separamos, traté de regular mi respiración respirando profundo, después de ese beso había quedado realmente agitada, cuando entraron el único que me sonrió fue el conde y yo le devolví la sonrisa.
-buenos días Bella- me dijo él.
-buenos días conde- le dije con una gran sonrisa.
-disculpa la hora, sé que es muy temprano, pero solo así pescaremos algunos peces- dijo él en tono de disculpa.
-no importa, creo que ya estoy totalmente despierta- Edward me había despertado con esos besos.
-bien, ¿nos vamos?
-sí, vamos- dijo Charlie, los tres salieron por la puerta, yo iba a empezar a caminar, pero antes de que pudiera dar un paso Edward me dio un beso rápido en los labios y me tomó por la cintura, así nos fuimos juntos hasta el carruaje, por suerte eran dos carruajes, uno para mis padres y el conde y otro para mí y Edward. Entramos en el carruaje y todo el viaje nos fuimos besando, disfrutando esos minutos que teníamos juntos, cada beso suyo prendía una chispa en mí, era increíble como lo amaba, pero quería llegar a más, aunque un carruaje no era lugar para eso…

Después de media hora de viaje llegamos a un río, ahí pescaríamos, mi padre había alquilado un bote y cañas, solo para los hombres, claro, estábamos en la época machista. Nos subimos todos al bote, era bastante grande, cuando ya estábamos más adentrados en el río comenzaron a pescar, Edward, tan romántico, me dejó sujetar la caña, se puso atrás mío y tomó mis manos ayudándome a pescar.
-eres buena- me susurró Edward al oído.
-tengo un gran maestro- le dije perdiéndome en esos ojos, él me dio un beso rápido para que nadie se diera cuenta, me encantaba lo dulce que era.
-chicos, ¿han agarrado algo?- dijo el conde, estaba muy alegre.
-aún no- le dijo Edward sonriendo, el conde le devolvió la sonrisa y volteó hacia el mar, Edward me tomó el mentón y me besó, yo quedé algo sorprendida por su acción, pero después le devolví el beso, miré a mis padres y al conde, mi papá estaba dándoles indicaciones de cómo pescar, el conde y mi madre se reían, estaban ensimismados en sus cosas, entonces no nos verían, podíamos darnos auque sea un beso, después de unos segundos Edward se separó de mí, pero yo no quería que ese beso fuera tan poco.
-demasiado corto para mi gusto- le dije acercándome de nuevo a él, Edward me sonrió y me volvió a besar, nos giró haciendo que él quedara a espaldas de los demás, yo estaba pegada a su pecho y él me tapaba, así nadie se enteraría de lo que hacíamos, aunque igual nos tuvimos que separar, ya que algo tiraba de la caña, supuestamente un pez, Edward tomó mis manos y las puso en la caña, ambos tiramos y enrollamos el hilo de pescar, así salió un gran pez, impresionante, todo gracias a mi Edward, nuestros padres nos miraban sonrientes.
-ya tenemos el almuerzo- dijo mi padre, yo me reí, el conde sacó el pez y lo envolvió con papel, sentí como unos brazos me abrazaban por atrás, era Edward, como no, siempre tan encantador.
-te amo- me susurró al oído para que solo yo lo escuchara.
-no tanto como yo- le dije y le di un beso rápido.
-eso es lo que tú crees, yo te amo mucho más.
-si supieras cuanto te amo- le dije mirándolo a los ojos.
-si tú supieras cuanto te amo, cuanto te necesito, eres mi vida Bella- yo estaba más que feliz, estaba que saltaba de la alegría, comencé a sonreír, él me sonrió por mi reacción.
-tú también eres mi vida, no sé que haría sin ti, te necesito más que el aire que respiro- su sonrisa se hizo más marcada.
-traten de disimular un poco- nos dijo el conde susurrando, nosotros lo miramos asombrados, ¿él lo sabía?, ¿mi padre lo sabía?, ¿qué haríamos?- no se preocupen, no los delataré, se ven tan lindo juntos- nos sonrió y se dio vuelta.
-me cae bien mi suegro- le susurré a Edward en su oído, él me sonrió.
-también le agradas- me dijo aún sonriente.
-creo que tiene razón, debemos disimular, si no quieres que mi padre te maté por acosarme- le dije bromeando.
-sí, tienes razón- me dio un beso que no tenía nada de disimulación, yo me reí.

Así pasó la madrugada, entre besos y abrazos “disimulados”, el conde cada vez que nos miraba sonreía paternalmente, mi padre y mi madre no se enteraban de nada, todo salió excelente, pescamos 5 peces grandes y 8 pequeños, alrededor de las 12 de la mañana nos devolvimos a la orilla. Fuimos a los carruajes, y al igual que en el viaje de ida, nos fuimos Edward y yo juntos, como no, besándonos, aprovechando el tiempo que teníamos solos. Al llegar bajamos y nos metimos a la casa, el almuerzo ya estaba servido, dejaríamos los pescados para la cena.
-Señorita Isabella, tiene una carta- me dijo una criada de la casa, me entregó un sobre, hizo una pequeña reverencia y se retiró, estábamos solos Edward y yo en la sala de estar, nos sentamos en un sofá y la abrí.
-es de mi prima Natalia- dije susurrando, ¿por qué me pasaba esto a mí?

Querida prima Bella:

No sabes cuanto te he extrañado, aquí en París todo sigue igual, déjame contarte que he terminado con mi último novio, el duque Francisco, algo realmente lamentable, pero no veía mucho futuro en la relación. En fin, estoy algo aburrida aquí, decidí hacerte una visita, sé que estarás encantada de recibirme, nos la pasaremos increíble juntas, además me enteré de que están el conde y su hijo en su casa, será divertido hacer nuevas amistades. Cuídate mucho, saludos a mis tíos y a las visitas, el jueves a las 3 de la tarde llega mi tren, espero que vayas a recibirme.

Te extraña tu prima,

Natalia.


Yo arrugué la carta y la tiré a la chimenea, ¿por qué mi prima me hacía esto?
-¿hay algo que deba saber?- me dijo Edward curioso.
-nada- dije cruzándome de brazos y viendo como ardía en llamas esa carta escrita por la hija del diablo.
-Bella, ¿qué me escondes?- yo suspiré, debía decírselo.
-tengo una rivalidad con mi prima, eso es todo- dije como si nada.
-no parece solo eso- me dijo sonriendo.
-es solo eso- dije cruzándome de brazos, él se rió, me abrazó y me besó. ¿Qué iba ha hacer ahora?


1 comentario:

  1. uummm esa prima no me esta kallendo nada bien, no mas se aserka a edward y alludo a bella a decapitarla jajaja saludos

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