lunes, 31 de agosto de 2009

una eternidad perdida en tus ojos, capítulo 23: "vida perfecta"



Ya estábamos fuera de mi casa, Edward llevaba mis maletas, mi madre lloraba por mi ida, yo estaba tan feliz de dejar mis días de soledad, fui a despedirme de mis padres, el carruaje estaba esperándonos.
-mamá, te extrañaré- la abracé fuertemente.
-no me puedo creer que te vas, la casa será tan solitaria sin ti- dijo sollozando.
-calma, mamá, te vendré a visitar- le sonreí, luego me dirigí hacia mi papá.
-adiós hija, cuídate mucho, cualquier cosa nos dices, te quiero- me abrazó, me sorprendió el cariño que demostró, pero aún así le devolví el abrazo.
-adiós, papá, te voy a extrañar- después me soltó y me fui al carruaje, me sorprendí de que habían dos.
-uno es para nosotros dos y el otro es para mi padre, quiso darnos un poco más de intimidad- susurró en mi oído, yo me estremecí, me di vuelta y le sonreí.
-te amo- susurré cerca de sus labios.
-yo también- contestó, me besó dulcemente en los labios y luego nos subimos al carruaje. -te tengo una sorpresa cuando lleguemos- me dijo Edward.
-no sé que más me puedes dar.
-no sabes cuántas cosas más te puedo dar, y te daré- se acercó a mis labios y me besó, posó su lengua en mi labio inferior, yo entreabrí mis labios jadeando, Edward me apretó contra su pecho cuando sintió mi aliento, junté nuestras lenguas, el sabor de sus labios era tan único y celestial, solté un leve gemido con el cual Edward me tomó de la cintura y me puso contra su pecho, volví a gemir, pero no podíamos hacer mucho más que besarnos aquí, había alguien más, conduciendo el carruaje, aunque fuera de la cabina, claro, pero igual debíamos esperar, aunque con estos besos era casi imposible.
-Edward, me vas a matar de un infarto- balbuceé entre sus labios.
-tú me vas a matar a mi- dijo Edward separándose un poco de mis labios para poder respirar. -¿cómo quieres que me aguante si tu me tientas así?- le pregunté.
-es que tú eres la que me tienta a mi, a cada segundo, mi Bella- susurró, volvió a besar mis labios, a juntar nuestras lenguas, era imposible no caer en la tentación de no besarlo. Todo el viaje, que era bastante largo, pasamos así, entre besos y caricias, no podía concebir en otra mejor manera de viajar. Cuando llegamos y me bajé quedé con la boca abierta, este castillo era mejor que el del mismo Jazz, y eso ya era mucho.
-wow, no puedo creer que ahora viviré aquí- dije sorprendida.
-espera a ver quien está adentro- dijo, yo lo miré sorprendida, ¿a qué se refería?-debes esperar, amor.
-bueno chicos, ¿cómo estuvo el viaje?- nos preguntó el conde, yo solté una carcajada.
-genial- contestamos los dos.
-vamos, Bella, bienvenida a tu nuevo hogar- me sonrió y yo le devolví la sonrisa, nos dirigimos al castillo, si por fuera se veía como un cuento de hadas, por dentro era aún mejor, increíblemente mágico.
-wow- volví a susurrar, Edward y el conde se rieron.
-¿lista para tu sorpresa?- me preguntó Edward.
-claro- casi chillé.
-vamos- me tomó de la mano y me dirigió a una habitación- está será nuestra habitación- abrió la puerta y me hizo pasar, yo quedé con la boca abierta, ¡dios mío!, esta pieza era como mi casa entera, tenía una enorme cama, la que usaríamos pronto, unas mesitas a los lados, cuadros hermosos y caros, espejos, era todo tan genial y, obviamente, todo decorado por algún diseñador del cual su apellido es impronunciable.
-dio mío, esto es genial- le dije dándome la vuelta, él me sonrió, en eso dos personas me dan un beso en la mejilla, uno a cada lado, me asusté, ¿qué pasaba?, los miré y no lo pude creer- ahhhhhh!- comencé a gritar- vamos a estar juntos todos-ahhhh!- seguí gritando y dando saltitos junto con mis hermanitos, Alice y Jazz, ahí se nos unió Edward.
-no lo puedo creer- gritó Alice, en eso paró de saltar, todos paramos, se puso seria y luego una sonrisa se extendió en su rostro- ¡me voy a casar en Chicago!- gritó, todos nos pusimos a gritar. -dios, Alice, tú no cambias- dijo Edward.
-que emoción, no nos vamos a separar- dije con una sonrisa de oreja a oreja.
-gracias, gracias, gracias- Alice se tiró a los brazos de Edward.
-no te preocupes, en este castillo hay cientos de habitaciones que no se ocupan aquí- dijo él como si nada.
-te adoro, hermanito- chilló Alice.
-esto será genial, la pasaremos increíble- dijo Jazz.
-además tenemos miles de tiendas al lado del castillo- chilló Alice.
-aaaahhh- gritamos las dos.
-dios no- dijeron Jazz y Edward a la vez.
-no te preocupes amor, trataremos de ser lo menos gastadoras, trataremos- le sonreí y el me devolvió la sonrisa.
-bueno creo que los dejamos disfrutar de su noche de bodas, nos vamos, cualquier cosa estaremos estrenando nuestra habitación- dijo Jazz guiñándonos un ojo, en unos segundos nos quedamos solos yo y Edward.
-por fin solos- le sonreí, él me tomó por la cintura y me besó, exploró toda mi boca, dios, como besaba este chico, me volvía loca, me recostó en la cama y él quedó encima de mí, me comenzó a besar de nuevo, luego bajó hasta mi cuello, puso las manos en mi espalda y comenzó a desabrochar mi vestido, yo puse mis manos en el cuello de su camisa y lo atraje de nuevo a mis labios, comencé a desabrochar esa hermosa camisa, hasta que al fin se la quité, Edward desabrochó mi vestido, el cual se fue deslizando mientras él me besaba, quedé solo con el corsé y los bombachos, los cuales eran mi ropa interior, de nuevo puso sus manos en mi espalda y comenzó a desabrochar mi corsé, sin despegarse de mis labios, yo puse mis manos en sus pantalones y los desabroché, se los quitó de un tirón, cuando por fin logró quitarme el corsé, nos deshicimos del resto de la ropa y al final fui suya, otra vez. Explicar como fue esta vez, es imposible, tan perfecto, tan increíblemente mágico, Edward llenaba mi vida de felicidad, ahora me estaba besando el cuello, disfrutando de los últimos minutos que nos quedaban antes de que amaneciera.
-te amo- susurré, él dejó de besar mi cuello, puso su cara a la altura de la mía, me miró a los ojos, rozó nuestros labios haciendo que tocara el cielo y que las mariposas volaran inquietas en mi estómago.
-yo también- susurró y me volvió a besar apasionadamente, nos dimos vuelta, quedando yo encima de Edward, apoyé mi cabeza en su pecho y disfruté de su compañía, al final me quedé dormida mientras él me acariciaba el pelo. Estaba besándome con Edward, que escena, de repente llegó Alice con Jazz, empezamos a hablar, no entendí de que, solo hablaba, pero no tenía la menor idea de cual era el tema, pero igual opinaba y hasta me reía, de repente todo cambió, Alice estaba llorando y, para mi sorpresa, yo también, sentía un dolor increíble en el pecho, pero no sabía por qué diablos lo sentía.
-Edward- yo solo sollozaba su nombre. Me desperté de golpe, odié ese sueño, sentí como si Edward no estaba conmigo, como si me hubiera dejado, miré donde estaba, todo seguía igual, yo estaba encima de Edward, ambos desnudos, él estaba durmiendo, se veía hermoso, vi el pequeño reloj que había en la mesita al lado de la cama, eran las once de la mañana, debía despertarlo, me acerqué a su cuello, comencé a besarlo, luego pasé a su mentón, después a sus labios, lo besé apasionadamente, él se despertó al instante y me devolvió el beso con la misma fuerza.
-amor ya es tarde, debemos bajar- balbuceé entre sus labios.
-mm, cinco minutos más- me reí por su comentario, lo besé por última vez y me separé de él. -¿me acompañas a bañarme?- le sonreí picaronamente, él me devolvió la sonrisa, ¡que sonrisa!

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